Todos recordamos el comienzo de esta canción popular infantil pero ¿cómo seguía? Recibía una carta el señor don Gato, allí sentado en su tejado, por si quería casarse con una gatita blanca. Afortuna o desgraciadamente, todo cambia. Ya no se escriben cartas, ya la gente se casa hasta con desconocidos, y los gatos, los gatos también han cambiado.
Ayer, en el Bernabéu, el Gato no quería casarse con
nadie. No quería ni gata blanca ni “Gatopardo”. Ayer El Gato solo quería una
cosa: callar bocas. ¡A estas alturas! Y lo hizo. Lástima que sea por poco
tiempo. Cuando el Bernabéu dicta sentencia, y la del francés ya se dictó hace
tiempo, poco se puede hacer. El francés durará lo que dure el francés. En otras
palabras, Karim y Zidane estarán el mismo tiempo en el Real Madrid. Eso será
otro cantar y no lejano.
Desde el primer segundo el Gato salió con la escopeta cargada
de motivación. La motivación provocada por las conspiraciones madridistas.
Tanto de los aficionados, que en círculos populistas le convierten en musaraña,
como de los directivos que hacen lo mismo a espaldas del mayor amante de los
felinos. Hueso duro para los palmeros el señor “don” Pérez. A pesar de "Él",
Benzema está sentenciado.
Antes de cumplirse el primer minuto, el señor don Gato
sacó las uñas. Reina supo poner el guante duro para repeler la primera
agresión. El Bernabéu se frotaba los ojos. Ni gato, ni perro, ni musaraña. Era Karim
Benzemá Champions-League. Y dolido. Por su bajo rendimiento y por las críticas
de los que piensan que para jugar en el Real Madrid tienes que tener las
piernas de un keniata y los pulmones de
un mamut. Se ruega revisen los jugadores que hicieron grande al club. ¡Gracias!
Todo marchaba según el guión soñado para el madridismo.
El equipo salía enchufado. El Barcelona había perdido. Mejor aún, el Barcelona
había sido aplastado la noche anterior. La noche de los enamorados aún se olía
en las miradas de los que disfrutaron de su regalo. Todo perfecto.
Todo perfecto hasta que Insigne se percató de que Keylor
Navas tuvo que acercarse a “Flores Pili”. Una leyenda de Madrid en el sector floral a escasos doscientos metros de la portería de la que no suele salir nunca. Se
conoce que no tuvo tiempo, el costarricense, de hacerlo el día anterior y no
encontró mejor situación. “Ya que estoy aquí…”. No hay debate en la portería. La
Pantera también está sentenciada. Malos tiempos para la “felinidad”.
El gol del Nápoles no iba a ser el motivo por el que
Benzema renunciara a su propósito. Diez minutos después de la “tournee” de
Navas, el señor don Gato igualó el partido. De cabeza. Rematando un
extraordinario pase con el exterior de Carvajal. Uno no deja de sorprenderse
con los registros de este jugador que, además, se ven aumentados cada vez que
su sustituto sale al campo. Descanse en paz Danilo.
El partido fue un partido de Copa de Europa. De los de
antes. Un partido emocionante, divertido. Con varias fases. De ida y vuelta, en
algunos tramos. De control alterno, en otros. El Nápoles es un equipo que se conoce.
Son honestos con lo que son. Saben a qué juegan y lo intentan por lo que, en
algunas ocasiones, lo consiguen. Con una clara inclinación a utilizar el fuera
de juego como arma defensiva. Rapidez en la salida y poca transición en llegar
al área contraria aunque, visto lo visto, tampoco le importa “marear la perdiz”
si la presión del equipo contrario no es lo suficientemente intensa.
A los pocos minutos de la segunda parte, Cristiano se
contagió de la nostalgia e hizo de Cristiano hace diez años. Regates, “cabrillas”,
velocidad, desborde, y, esta vez pasó el balón atrás para que Kross, un maestro
en el arte de la caricia al balón, diera ese toque, TAC, inalcanzable.
Precioso, preciso. TAC. Eso es lo que se le pide a Kross. Que no se aburguese.
Que no sea uno más. Porque no lo es.
El Madrid por delante y a seguir. La afición esperando
para aplaudir o para sentenciar a alguno de los suyos. Mala afición la que no
es justa. Y la del Madrid no lo es. Quizá nunca lo ha sido. Justa, digo. Ni
buena, apunto.
De los bultos sospechosos para la afición, en el Top 3 se
encuentra James. Es difícil entender que se dude de la calidad del colombiano.
Ayer pasó el trámite. Sin más. Tiene miedo al Bernabéu. Es más poderoso su miedo
a los silbidos que la ilusión por los aplausos. Y el miedo se tiene por falta
de confianza. Y la confianza, en un equipo, la transmite el líder. Y el líder
es el entrenador. Nadie verá al mejor James mientras su líder no confíe en él.
En ningún equipo.
El partido seguía movido y vivo. Los dos equipos querían
marcar y los dos equipos pudieron hacerlo más veces de lo que reflejó el
marcador al final del partido.
Y en esto que sale un balón rechazado del área del
Nápoles y Casemiro, que es un ejemplo de concentración en el entorno laboral,
estaba por allí al tanto, como siempre. Y le llega un balón de esos que vemos
que se juega a la volea y casi siempre rebotan en el bocadillo de algún abonado
de segundo anfiteatro. Y va y pega al balón perfecto. Desde la lejanía. Como
mandan los cánones del fútbol “old school”. Empeine abajo, alma y corazón
arriba y muchas ganas de jugar en el Real Madrid. El resto, sacar el balón de
la red y dejar la eliminatoria muy favorable al equipo blanco. Muy favorable no
es sentenciada. Esto es Champions. Esto es Copa de Europa. Esto es fútbol.
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