jueves, 16 de febrero de 2017

Estaba el señor don Gato...



   Todos recordamos el comienzo de esta canción popular infantil pero ¿cómo seguía? Recibía una carta el señor don Gato, allí sentado en su tejado, por si quería casarse con una gatita blanca. Afortuna o desgraciadamente, todo cambia. Ya no se escriben cartas, ya la gente se casa hasta con desconocidos, y los gatos, los gatos también han cambiado.

   Ayer, en el Bernabéu, el Gato no quería casarse con nadie. No quería ni gata blanca ni “Gatopardo”. Ayer El Gato solo quería una cosa: callar bocas. ¡A estas alturas! Y lo hizo. Lástima que sea por poco tiempo. Cuando el Bernabéu dicta sentencia, y la del francés ya se dictó hace tiempo, poco se puede hacer. El francés durará lo que dure el francés. En otras palabras, Karim y Zidane estarán el mismo tiempo en el Real Madrid. Eso será otro cantar y no lejano.

   Desde el primer segundo el Gato salió con la escopeta cargada de motivación. La motivación provocada por las conspiraciones madridistas. Tanto de los aficionados, que en círculos populistas le convierten en musaraña, como de los directivos que hacen lo mismo a espaldas del mayor amante de los felinos. Hueso duro para los palmeros el señor “don” Pérez. A pesar de "Él", Benzema está sentenciado.

   Antes de cumplirse el primer minuto, el señor don Gato sacó las uñas. Reina supo poner el guante duro para repeler la primera agresión. El Bernabéu se frotaba los ojos. Ni gato, ni perro, ni musaraña. Era Karim Benzemá Champions-League. Y dolido. Por su bajo rendimiento y por las críticas de los que piensan que para jugar en el Real Madrid tienes que tener las piernas de un keniata y los pulmones de un mamut. Se ruega revisen los jugadores que hicieron grande al club. ¡Gracias!

   Todo marchaba según el guión soñado para el madridismo. El equipo salía enchufado. El Barcelona había perdido. Mejor aún, el Barcelona había sido aplastado la noche anterior. La noche de los enamorados aún se olía en las miradas de los que disfrutaron de su regalo. Todo perfecto.

   Todo perfecto hasta que Insigne se percató de que Keylor Navas tuvo que acercarse a “Flores Pili”. Una leyenda de Madrid en el sector floral a escasos doscientos metros de la portería de la que no suele salir nunca. Se conoce que no tuvo tiempo, el costarricense, de hacerlo el día anterior y no encontró mejor situación. “Ya que estoy aquí…”. No hay debate en la portería. La Pantera también está sentenciada. Malos tiempos para la “felinidad”.

   El gol del Nápoles no iba a ser el motivo por el que Benzema renunciara a su propósito. Diez minutos después de la “tournee” de Navas, el señor don Gato igualó el partido. De cabeza. Rematando un extraordinario pase con el exterior de Carvajal. Uno no deja de sorprenderse con los registros de este jugador que, además, se ven aumentados cada vez que su sustituto sale al campo. Descanse en paz Danilo.

  El partido fue un partido de Copa de Europa. De los de antes. Un partido emocionante, divertido. Con varias fases. De ida y vuelta, en algunos tramos. De control alterno, en otros. El Nápoles es un equipo que se conoce. Son honestos con lo que son. Saben a qué juegan y lo intentan por lo que, en algunas ocasiones, lo consiguen. Con una clara inclinación a utilizar el fuera de juego como arma defensiva. Rapidez en la salida y poca transición en llegar al área contraria aunque, visto lo visto, tampoco le importa “marear la perdiz” si la presión del equipo contrario no es lo suficientemente intensa.

   A los pocos minutos de la segunda parte, Cristiano se contagió de la nostalgia e hizo de Cristiano hace diez años. Regates, “cabrillas”, velocidad, desborde, y, esta vez pasó el balón atrás para que Kross, un maestro en el arte de la caricia al balón, diera ese toque, TAC, inalcanzable. Precioso, preciso. TAC. Eso es lo que se le pide a Kross. Que no se aburguese. Que no sea uno más. Porque no lo es.

   El Madrid por delante y a seguir. La afición esperando para aplaudir o para sentenciar a alguno de los suyos. Mala afición la que no es justa. Y la del Madrid no lo es. Quizá nunca lo ha sido. Justa, digo. Ni buena, apunto.

   De los bultos sospechosos para la afición, en el Top 3 se encuentra James. Es difícil entender que se dude de la calidad del colombiano. Ayer pasó el trámite. Sin más. Tiene miedo al Bernabéu. Es más poderoso su miedo a los silbidos que la ilusión por los aplausos. Y el miedo se tiene por falta de confianza. Y la confianza, en un equipo, la transmite el líder. Y el líder es el entrenador. Nadie verá al mejor James mientras su líder no confíe en él. En ningún equipo.

   El partido seguía movido y vivo. Los dos equipos querían marcar y los dos equipos pudieron hacerlo más veces de lo que reflejó el marcador al final del partido.


   Y en esto que sale un balón rechazado del área del Nápoles y Casemiro, que es un ejemplo de concentración en el entorno laboral, estaba por allí al tanto, como siempre. Y le llega un balón de esos que vemos que se juega a la volea y casi siempre rebotan en el bocadillo de algún abonado de segundo anfiteatro. Y va y pega al balón perfecto. Desde la lejanía. Como mandan los cánones del fútbol “old school”. Empeine abajo, alma y corazón arriba y muchas ganas de jugar en el Real Madrid. El resto, sacar el balón de la red y dejar la eliminatoria muy favorable al equipo blanco. Muy favorable no es sentenciada. Esto es Champions. Esto es Copa de Europa. Esto es fútbol.

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