miércoles, 3 de mayo de 2017

El aviso, el gol, el fallo y la fe.



INTRODUCCIÓN:

       “A la tercera va la vencida”. Esa era la esperanza de los atléticos y la prudencia de los madridistas. Las grandes gestas blancas se forjaron en feudo propio por lo que jugar el primer partido en casa significaba, para el Real Madrid, una piedra más en un camino que, durante todo el año, estuvo sembrado de rosas y cardos. Y dudas. Muchas dudas.

         La Champions transforma al Madrid de la misma forma que lo hace con el Atlético aunque con resultados distintos. Al Madrid, incluida su afición, la Champions les da fuerza, carácter, alma, brillo y todos aquellos “dones”  que hacen mejor, y el mejor, a un equipo. Al Atlético, incluida su afición, la Champions solo les aporta Nada. Quiero decir que no le aporta nada nuevo a lo que muestran en cualquier competición. En cualquier campo. A cualquier hora. Contra cualquier rival. Y no es poco pero no suficiente para logar su propósito.

EL PARTIDO:

          En el minuto 6 Carvajal entró hasta la cocina de Oblack (bonito nombre para un restaurante de moda) dando el primer aviso. En el minuto 10 marca Cristiano. En el 12 Gameiro falla un mano a mano claro contra Navas. En el minuto diecisiete (¡Ojo! de la primera parte) el Atlético de Madrid comienza a perder tiempo. Estos cuatro ingredientes marcaron el partido y, probablemente, la eliminatoria.

1.       Ocasión clara de tu contrario en los primeros cinco minutos.
2.       Gol de tu rival en los diez primeros minutos.
3.       Fallo propio a continuación.
4.       Pretender guardar la ropa antes del minuto veinte cuando la secadora termina en el noventa y tres, por ejemplo.

           Es casi imposible ganar a nadie tirando una vez a puerta en todo un partido. Y menos probable si el rival dispara doce veces contra tu portería. Y menos, si cabe, si quien dispara es el máximo goleador de la Champions y de la historia del Real Madrid. Es casi imposible ganar a nadie cuando no quieres ganar sino no perder o perder por la mínima. Es casi imposible ganar un partido cuando no tienes fe. Pero sobre todo, es casi imposible ganar al Real Madrid en el Santiago Bernabéu una semifinal de Copa de Europa cuando el equipo blanco quiere ganar. Y eso se nota. Se nota en las miradas de jugadores y aficionados. Se siente en el aire desde que comienza a rodar el balón. Desde el primer toque y desde las primeras sensaciones.

            Como dijo un ídolo, “noventa minutos en el Bernabéu son muy largos”. Y eso le volvió a suceder a un equipo una noche cualquiera de Champions. Aunque no fuera una noche más ni un equipo más. Era Dos de Mayo, día de la Comunidad de Madrid, y contra el eterno. Era un partido para héroes. Para resarcir amarguras y penas y odios y rabias. Era una noche especial. Y lo fue pero no para los que más cicatrices curaban.  Lo fue para Zidane porque jamás nadie influyó en un resultado tanto sin proponérselo.  Lo fue para Cristiano que sigue siendo el rey aunque moleste a republicanos e independentistas. Fue una noche especial para el Rey de Europa aunque moleste a republicanos e independentistas, también.

CONCUSIÓN:

          El Atlético de Madrid sale tocado casi hundido. No solo en Champions sino en conjunto. A nivel de equipo tendrán que valorar su ambición y sus metas. Tendrán que pensar cuál es el objetivo de competir. Si competir por competir o competir para ganar. El Atlético se ha abonado a una filosofía que, objetivamente, da más llanto a sus aficionados que risas.


          Todo lo que pasó ayer de más, penaltis no pitados, fueras de juego posicionales, tarjetas no sacadas e incluso los minutos de descuentos, todo es leyenda. Como leyenda es todo lo que rodea a lo mágico. 

martes, 7 de marzo de 2017

La Cabeza de Dios



“Nápoles es un bullicio,un caos de sangre que palpita,lluvia perpetuaque arrastra todos los silencios y cuando te alejas de ellaalgo tuyo e íntimo se queda”.

    Así empezó el partido que jugaron anoche, en San Paolo, Nápoles y Real Madrid. Entre bullicio, un caos de sangre napolitana palpitando a borbotones en las rabiosas gradas, lluvia, amenazas, esquelas, ruidos, intimidación. Así salió el Madrid a intentar llevarse una eliminatoria que estaba casi en la buchaca. Eso sí, por si el recibimiento fuese demasiado laxo, salió el Madrid con ocho jugadores. Por estas cosas los enemigos acusan de prepotencia al equipo blanco. Por mirar fijamente al sol sin protección uVe. Por caminar descalzo entre brasas. Zidane, que tiene las mismas dosis de terquedad y chovinismo que de suerte, volvió a apostar por la BBC. Cuando se dice que Zidane maneja bien el grupo se entiende  que maneja bien la BBC. Me cuesta creer que los demás jugadores que rinden por encima de la delantera titular de Zidane se vayan contentos a casa.  Pensarán que se está cometiendo una injusticia con ellos. Y así es. Se es injusto cuando un jugador rinde más y mejor que otro y, a pesar de ello, mantienes inexpugnable al que no está al nivel requerido. 
    Con todo esto, la primera parte del Madrid fue de infarto. Como las partes finales de muchos de los últimos partidos que han hecho más leyenda a este club. Excepto un balón al poste de Ronaldo, el Nápoles empujó al Madrid contra su área hasta quitarle el balón y algo más. Le quitó el ritmo, las ganas de ganar luchando. El equipo de la BBC sin la BBC, aunque con ésta en el campo, no era capaz de tocar el balón dos veces seguidas. San Paolo y, sobre todo, los jugadores del equipo italiano, comenzaron a creer en la remontada. El Vesubio en erupción y el Madrid en manga corta. Y con ocho. 
Zidane pedía, desde la banda, que saliera el equipo de la cueva en la que el Nápoles le tenía cautivo. Pudo haber previsto el francés, por su experiencia, que lo habitual en Copa de Europa es jugar la vuelta de cada eliminatoria, y más si el contrario ve tierra a lo lejos, bajo una presión asfixiante e intimidatoria que, a fuerza de entrenamientos, puede ser superada. La presión se trabaja, se sale de ella y se convierte en contras que dejan las eliminatorias resueltas en los primeros veinte minutos de la primera parte. Véase José Mourinho. 
    Seguía el Madrid sin ideas, sin plan, sin director, sin la BBC y con un gol en contra que hacía que los aficionados madridistas se fueran al cajón del armario en busca del pasamontañas para pasar desapercibidos unos cuantos días. 
    La segunda parte tenía que ser de otra forma o el actual campeón tendría que apostar todo a La Liga. A los cinco minutos de la reanudación y cuando los aficionados madridistas con más fe se ataron el rosario entre las manos, como en Lisboa, como en Milán, como en Munich, como en Noruega, a la salida de un saque de esquina “Made in Kroos”, apareció “La Cabeza de Dios”. Una vez más. Con el alma. Con todo. Sergio Ramos de nuevo. Y ya van…
    El Vesubio ahogado, San Paolo silenciado y el Nápoles agotado de darlo todo en una primera parte que sacó los colores al campeón del mundo. A los seis minutos del primer gol del Madrid, de nuevo Él. “La Cabeza de Dios”. Y ya van… La UEFA, como si el ridículo que hace continuamente fuera poco, no le dio el gol a Ramos por ser desviado levemente el remate por Mertens. Está claro, lo que es de Dios es de Dios.       

   Un gol más de Morata en el noventa, sirvió para cerrar el partido y meter al Madrid en cuartos pero no le servirá al delantero para sentirse justamente tratado.


jueves, 16 de febrero de 2017

Estaba el señor don Gato...



   Todos recordamos el comienzo de esta canción popular infantil pero ¿cómo seguía? Recibía una carta el señor don Gato, allí sentado en su tejado, por si quería casarse con una gatita blanca. Afortuna o desgraciadamente, todo cambia. Ya no se escriben cartas, ya la gente se casa hasta con desconocidos, y los gatos, los gatos también han cambiado.

   Ayer, en el Bernabéu, el Gato no quería casarse con nadie. No quería ni gata blanca ni “Gatopardo”. Ayer El Gato solo quería una cosa: callar bocas. ¡A estas alturas! Y lo hizo. Lástima que sea por poco tiempo. Cuando el Bernabéu dicta sentencia, y la del francés ya se dictó hace tiempo, poco se puede hacer. El francés durará lo que dure el francés. En otras palabras, Karim y Zidane estarán el mismo tiempo en el Real Madrid. Eso será otro cantar y no lejano.

   Desde el primer segundo el Gato salió con la escopeta cargada de motivación. La motivación provocada por las conspiraciones madridistas. Tanto de los aficionados, que en círculos populistas le convierten en musaraña, como de los directivos que hacen lo mismo a espaldas del mayor amante de los felinos. Hueso duro para los palmeros el señor “don” Pérez. A pesar de "Él", Benzema está sentenciado.

   Antes de cumplirse el primer minuto, el señor don Gato sacó las uñas. Reina supo poner el guante duro para repeler la primera agresión. El Bernabéu se frotaba los ojos. Ni gato, ni perro, ni musaraña. Era Karim Benzemá Champions-League. Y dolido. Por su bajo rendimiento y por las críticas de los que piensan que para jugar en el Real Madrid tienes que tener las piernas de un keniata y los pulmones de un mamut. Se ruega revisen los jugadores que hicieron grande al club. ¡Gracias!

   Todo marchaba según el guión soñado para el madridismo. El equipo salía enchufado. El Barcelona había perdido. Mejor aún, el Barcelona había sido aplastado la noche anterior. La noche de los enamorados aún se olía en las miradas de los que disfrutaron de su regalo. Todo perfecto.

   Todo perfecto hasta que Insigne se percató de que Keylor Navas tuvo que acercarse a “Flores Pili”. Una leyenda de Madrid en el sector floral a escasos doscientos metros de la portería de la que no suele salir nunca. Se conoce que no tuvo tiempo, el costarricense, de hacerlo el día anterior y no encontró mejor situación. “Ya que estoy aquí…”. No hay debate en la portería. La Pantera también está sentenciada. Malos tiempos para la “felinidad”.

   El gol del Nápoles no iba a ser el motivo por el que Benzema renunciara a su propósito. Diez minutos después de la “tournee” de Navas, el señor don Gato igualó el partido. De cabeza. Rematando un extraordinario pase con el exterior de Carvajal. Uno no deja de sorprenderse con los registros de este jugador que, además, se ven aumentados cada vez que su sustituto sale al campo. Descanse en paz Danilo.

  El partido fue un partido de Copa de Europa. De los de antes. Un partido emocionante, divertido. Con varias fases. De ida y vuelta, en algunos tramos. De control alterno, en otros. El Nápoles es un equipo que se conoce. Son honestos con lo que son. Saben a qué juegan y lo intentan por lo que, en algunas ocasiones, lo consiguen. Con una clara inclinación a utilizar el fuera de juego como arma defensiva. Rapidez en la salida y poca transición en llegar al área contraria aunque, visto lo visto, tampoco le importa “marear la perdiz” si la presión del equipo contrario no es lo suficientemente intensa.

   A los pocos minutos de la segunda parte, Cristiano se contagió de la nostalgia e hizo de Cristiano hace diez años. Regates, “cabrillas”, velocidad, desborde, y, esta vez pasó el balón atrás para que Kross, un maestro en el arte de la caricia al balón, diera ese toque, TAC, inalcanzable. Precioso, preciso. TAC. Eso es lo que se le pide a Kross. Que no se aburguese. Que no sea uno más. Porque no lo es.

   El Madrid por delante y a seguir. La afición esperando para aplaudir o para sentenciar a alguno de los suyos. Mala afición la que no es justa. Y la del Madrid no lo es. Quizá nunca lo ha sido. Justa, digo. Ni buena, apunto.

   De los bultos sospechosos para la afición, en el Top 3 se encuentra James. Es difícil entender que se dude de la calidad del colombiano. Ayer pasó el trámite. Sin más. Tiene miedo al Bernabéu. Es más poderoso su miedo a los silbidos que la ilusión por los aplausos. Y el miedo se tiene por falta de confianza. Y la confianza, en un equipo, la transmite el líder. Y el líder es el entrenador. Nadie verá al mejor James mientras su líder no confíe en él. En ningún equipo.

   El partido seguía movido y vivo. Los dos equipos querían marcar y los dos equipos pudieron hacerlo más veces de lo que reflejó el marcador al final del partido.


   Y en esto que sale un balón rechazado del área del Nápoles y Casemiro, que es un ejemplo de concentración en el entorno laboral, estaba por allí al tanto, como siempre. Y le llega un balón de esos que vemos que se juega a la volea y casi siempre rebotan en el bocadillo de algún abonado de segundo anfiteatro. Y va y pega al balón perfecto. Desde la lejanía. Como mandan los cánones del fútbol “old school”. Empeine abajo, alma y corazón arriba y muchas ganas de jugar en el Real Madrid. El resto, sacar el balón de la red y dejar la eliminatoria muy favorable al equipo blanco. Muy favorable no es sentenciada. Esto es Champions. Esto es Copa de Europa. Esto es fútbol.